Por Orietta Ramírez, Gerente de Asuntos Públicos de Green Leader
La economía chilena continúa dando señales de enfriamiento, y los últimos datos del Banco Central así lo confirman. El Índice Mensual de Actividad Económica (IMACEC) registró una caída del 1,1% en abril, ubicándose en el extremo inferior de las expectativas que fluctuaban entre -0,2% y -1,5%. Además, la serie desestacionalizada (aquella medición que intenta eliminar las fluctuaciones que se producen en la actividad económica debido a las estaciones del año) mostró una disminución del 0,6% en comparación con el año anterior.
Para algunos, lo alarmante está en que el comportamiento del IMACEC no minero (que excluye de la medición la actividad minera) viene experimentando ocho meses consecutivos de contracción (reducción general de bienes y servicios en el mercado), dando cuenta de la debilidad de la demanda interna, particularmente, del comercio que en abril sufrió una preocupante caída de un 7,7%, siendo la disminución en las ventas de supermercados, y establecimientos especializados los más afectados. Ello, a simple lectura nos da cuenta que los chilenos están reduciendo sus gastos y la confianza en la economía se debilita.
Ahora bien, al analizar la composición del IMACEC de abril se puede observar que el sector minero aportó de forma positiva a la actividad económica creciendo un 3,9% (desestacionalizado), a pesar de los magros registros de febrero y marzo (desestacionalizado) donde experimentó una caída de 3,1% y 8,5%, respectivamente, luego de registrar un crecimiento del 4% en el primer mes del año.
Los expertos en economía señalan que esta tendencia a la contracción probablemente se mantendrá en los próximos meses, lo que ejercerá presión sobre la demanda interna, aunque se espera que la inflación continúe disminuyendo. No obstante, es de consenso que la economía se enfrenta desafíos significativos.
Una crónica anunciada
En un escenario más macro, existen quienes consideran que siendo un mal índice el IMACEC de abril, éste no respondería a la coyuntura, sino que más bien es una crónica anunciada de la economía hacia el estancamiento secular, es decir, una tendencia -más bien estructural- de bajo crecimiento económico a largo plazo, que se extiende por un período de tiempo significativo como años o décadas.
Lo complejo de estar frente a un escenario de este tipo es que las causas tienen su origen en la disminución de la productividad, el envejecimiento de la población, la desigualdad de ingresos y la falta de inversión en nuevas tecnologías y habilidades, entre otros factores; y la recuperación puede tornarse lenta a pesar de los esfuerzos políticos y las políticas monetarias expansivas que se puedan inyectar.
Por otro lado, en la vereda de las consecuencias, el estancamiento secular puede tener serios efectos en la economía, como un aumento del desempleo, una reducción en el gasto de los consumidores y una menor inversión, entre otros.
Todo lo anterior, no sólo debe hacernos reflexionar acerca de la urgencia de generar estrategias para recuperar y revitalizar la confianza económica en el aquí y ahora, sino que también dar espacio a esa discusión profunda sobre el crecimiento sostenible a largo plazo, a definir de una buena vez nuestra estrategia país que nos permita trazar una camino al desarrollo, y sin duda, es el sector minero uno de los que tiene mayor proyección a largo plazo, dada la demanda mundial de la humanidad de transitar hacia energías limpias, y dada las ventajas competitivas que Chile tiene al liderar la producción mundial de cobre, junto con poseer las mayores reservas de este metal en todo el planeta, sin dejar de considerar al Litio que viene a potenciar tremendamente este sector.
No cabe duda, que tenemos importantes desafíos a nivel país para lograr salir de este estancamiento secular. El diálogo generoso con altura de miras y el sentido de responsabilidad de Estado deben ser el ‘framing’ de esta discusión. Churchill decía que la diferencia entre un político y un estadista, es que el primero está pensando en las próximas elecciones, mientras que el segundo lo hace pensando en las generaciones futuras. Esperemos que esto último sea la tónica para que todos los esfuerzos valgan la pena, y no terminen transformándose finalmente en el clásico ‘rebote del gato muerto’.